LADRI DI BICICLETTE

LADRI DI BICICLETTE




2.1. SINOPSIS

El ladrón de bicicletas sitúa la historia en la Italia de la posguerra donde el trabajo escasea y obtenerlo es un éxito excepcional. El protagonista de la historia tiene la fortuna de conseguir trabajo pegando carteles por la ciudad pero para poder realizarlo necesita una bicicleta, el problema es que su bicicleta está empeñada, por lo que su primera tarea será recuperarla.

Una vez montado en su bicicleta comienza a trabajar pero el drama estriba en que no transcurre ni un día de trabajo cuando le roban la bicicleta y con ella su futuro. Desde ese momento y hasta el final de la película la historia se enfocará en narrar los dos días en que el protagonista, acompañado de su hijo y algunos amigos, buscará infructuosamente recuperar la bicicleta robada. La escena final transcurre ante el dilema moral en el que se ve envuelto el protagonista al verse arrojado a convertirse él mismo en un ladrón.(2)

2.2. FICHA TÉCNICA

Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette)

• EQUIPO TÉCNICO Y ELENCO

o Dirección: Vittorio De Sica

o Guión: Adolfo Franci, Gerardo Guerrieri, Oreste Biancoli, Cesare Zavattini, Suso Cecchi D'Amico, Vittorio De Sica

o Fotografía: Carlo Montuori

o Escenografía: Antonio Traversa

o Música: Alessandro Cicognini

o Montaje: Eraldo Da Roma, Italia, 1948)

o Duración: 92’

o Producción: Vittorio De Sica

• PERSONAJES Y ACTORES

o Bruno Ricci: Enzo Stajola

o Antonio Ricci: Lamberto Maggiorani

o Maria Ricci: Lianella Carell

o Mendicante: Carlo Jachino

o Attacchino: Giulio Chiari

3. COMENTARIOS

Ladri di biciclette (Ladrones de bicicletas en Argentina y Ladrón de bicicletas en España) es una película dirigida por Vittorio de Sica en 1948 y se considera una de las películas emblemáticas del neorrealismo italiano. Los actores que intervienen no son profesionales. Aunque la búsqueda de las personas que interpretarían los personajes fue dura. Un detalle gracioso de la búsqueda del niño, fue que De Sica, tras haber visto cantidad de niños, se decantó por éste debido a su forma de andar. Es más, la prueba de selección de los niños se reducía a verlos caminar. Otro rasgo significativo es que todas las angulaciones de cámara están en función de lo que se quiere transmitir. Como por ejemplo la secuencia en la que con un picado se ve toda la calle mostrándonos la muchedumbre entre la que se pierde el ladrón y la impotencia del trabajador.

Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) es un hombre humilde que se encuentra en espera de alguna oferta de empleo para aliviar su precaria situación económica.
Un buen día le proponen un trabajo para pegar carteles con un único requisito: la posesión de una bicicleta.
Ilusionado, retorna feliz a su hogar, en donde le esperan su mujer Maria (Lianella Carell) y su hijo Bruno (Enzo Staiola), entusiasmados con la noticia traída por Antonio. Lamentablemente, el primer día de trabajo, un delincuente le roba la bicicleta. Desesperado, Antonio, junto a Bruno, iniciará la búsqueda del ladrón con la intención de recuperar el empleo.
Un hito del cine mundial y uno de los máximos exponentes del denominado neorrealismo italiano, la sencilla historia que se relata en "Ladrón de bicicletas" deviene extraordinaria por su inmensa y conmovedora capacidad poética humedecida en severo verismo dramático.
La dirección de Vittorio de Sica y el guión de Cesare Zabattini, pareja que anteriormente ya había realizado otra obra maestra del género, "El limpiabotas" de 1946, y que realizarán posteriormente otras películas magníficas, entre las que se encuentran "Milagro en Milán" (1951) o "Umberto D" (1952) , hacen que el espectador se vea absorbido por la desesperada búsqueda de una bicicleta, medio fundamental de trabajo y en consecuencia de vida de un hombre y su familia , interpretado magistralmente por Lamberto Maggiorani, actor no profesional como es característico en este tipo de proyectos, con la lastimera compañía de su pequeño hijo, entablándose entre ellos una estrecha relación llena de ternura, humor amargo y angustia vital de dolorosas consecuencias, filtrada por una correspondencia de miradas, caricias y rostros afligidos entre el hijo y su padre, que al borde del abatimiento y la desesperación, no tiene más remedio que traicionar su sentido de la responsabilidad por el empuje de su instinto de la supervivencia, con un desenlace impregnado de nefasta suerte.

El llanto de un niño consecuente es el terrible llanto de la pobreza y de la miseria, de la desigualdad y de la penuria, que hace transformar ante sus ojos la figura de su padre, de héroe a villano.
Maravillosamente fotografiada en un crudo blanco y negro, casi en tono documental, "Ladrón de Bicicletas" exhibe un acerado fresco de la posguerra italiana, lleno de personajes que, perdidos en su anonimato impregnan sus carencias por las pobladas y vívidas calles romanas.
Una obra maestra del séptimo arte y una joya testimonial.



 
Muchos historiadores del cine sostienen que el neorrealismo italiano fue más que un movimiento de naturaleza histórica.
Afirman que se configuró como el cine naciente de una nueva actitud ante la realidad, como el arte de lo pobre y de lo austero, como el cine donde las virtudes testimoniales resaltan.
Ladrón de bicicletas (1946) de Vittorio De Sica es muestra de este cine nuevo, hecho de argumentos casuales creados sobre la marcha del film, rodado en la calles de Roma con actores no profesionales.
Ladrón de bicicletas cuenta la historia de un trabajador infeliz a la búsqueda de su bicicleta robada. Nos visualiza una continua acción en búsqueda del objeto perdido que para este obrero es tan importante como su vida. A la par, aparece en escena su hijo, un niño, también trabajador, que formará parte de la trama casi en su totalidad, y que será, al final del relato, el testigo de la humillación por la que pasa su padre al ser atrapado por robarse una bicicleta para su propio trabajo.
El neorrealismo italiano es importante para el nuevo curso del cine europeo, que a partir de esos momentos volverá su mirada hacia la realidad con nuevos ojos.
El aparentemente insignificante robo de una bicicleta supone el inicio de una serie de avatares entre un hombre y su pequeño hijo, azotados por la miseria de la Italia de la posguerra.
Apoteósica cinta, orquestada magistralmente por el actor-director Vittorio De Sica.


En ella somos testigos de las vivencias de un hombre de bajos recursos, que recientemente ha adquirido el empleo de fijar carteles de películas en las paredes romanas, una metrópoli miserable, sacudida por la guerra.
Tal vez la obra más grande que ha dejado el neorrealismo, corriente proveniente del país trasalpino, junto a su precursora "Roma, Citta aperta" de Roberto Rosselini, dos cintas en las que se fijaron las bases de un cine hecho por gente de las calles y no por megaestrellas del celuloide, un cine más personal, de condiciones y presupuestos que rayan en lo precario, una precariedad que pululaba los aires contaminados de la posguerra en que salió a la luz.
Este poético film destila, además de romanticismo y melancolía, la triste atmósfera de ese preciso momento histórico, una obra de denuncia hacia una sociedad donde lo que para algunos es una bagatela, para muchos otros, como el protagonista de la historia, es su sustento diario, su instrumento para obtener aunque sea lo mínimo, alimento.
Como siempre pasa en esta vida, las cosas no salen como lo esperas. "Ladrón de bicicletas" no es un film donde la esperanza y el amor triunfen sobre la maldad y todo lo injusto termine por ser borrado por arte de magia con las palabras "Fine".
Todo lo contrario a esto, la desgarradora realidad de este maravilloso trabajo lleva consigo un mal sabor de boca que sin duda terminara por concienciar a muchos seres humanos, entre los que me encuentro, a tratar por una vez en sus vidas de comprender que la vida no es más que un juego contradictorio, donde el triunfo no es más que una mera apariencia.(3)

La película, considerada el mejor trabajo de Vittorio de Sica, está basada en la novela Ladri di biciclette de Luigi Bartolini. El guión fue escrito por Cesare Zavattini. Roma, 1948: la ciudad no es el mero escenario, sino una protagonista más de la historia.

Devastada por la guerra, acaba de empezar su lento camino hacia la reconstrucción. Estamos en Val Melaina, extrema periferia con nuevos edificios habitados por familias pobres, en las que la guerra ha dejado las heridas sociales más profundas. Antonio Ricci, obrero y padre de familia, tras un largo periodo de paro consigue un trabajo como cartelero municipal, pero para realizarlo necesita una bicicleta, y la suya está empeñada en el montepío. Rescata la bicicleta a costa de las sábanas de su casa, que su esposa María le entrega con la esperanza puesta en el futuro sueldo. Sin embargo, en cuanto pega el cartel cinematográfico de Rita Hayworth, dos majaderos se la roban. Comienza así una triste peregrinación por Roma en compañía de su pequeño hijo Bruno. Lo único que obtiene es la indiferencia general; primero en la comisaría, donde los agentes tienen cosas más importantes en la cabeza que encontrar la bicicleta de un pobretón; después en Piazza Vittorio y Porta Portese, humildes mercadillos donde cada uno se apaña como puede. La búsqueda continúa por las calles de una ciudad atiborrada y apática. Antonio entra en una iglesia persiguiendo a un pobre viejo, con la esperanza de obtener información sobre su bicicleta. Durante la misa, una señora con sombrero y velo blanco reparte con aire de suficiencia bonos para comer. El deambular sumiso se va haciendo desesperado. Frente al estadio, Antonio decide robar una bicicleta pero la multitud lo persigue y lo apresa. Sólo las lágrimas de Bruno evitan que termine en la cárcel. Antonio y Bruno caminan derrotados mientras la ciudad se va haciendo cada vez más oscura y hostil.

El ladrón de bicicletas (Ladri di Biciclette) es una de las obras cumbre del neorrealismo italiano. Forma parte de una trilogía de De Sica, que recorre los problemas de los hombres, desde que son niños (El limpiabotas), hasta que son ancianos (Umberto D), pasando por los hombres adultos (El ladrón de bicicletas).

No se puede hablar de De Sica, sin hablar de Cesare Zavattini, guionista que trabajo mucho con el director, y que fue llamado el padre del neorrealismo. Decía Zavattini: "mi idea es desnovelizar el cine: quisiera enseñar a los hombres a mirar la vida cotidiana, con la misma pasión que sienten al leer un libro". La película nos cuenta la vida de Antonio Ricci y su familia, su esposa María, y su hijo Bruno.

La película nos cuenta con gran realismo la lucha del hombre por sacar adelante a su familia; su lucha por conseguir trabajo. El final es abierto, trágico pero esperanzador, surcado por unas palabras en off, que bien podían quitarse, ya que las imágenes de los rostros humanos nos dicen más. De hecho, estas palabras no estaban en el original.

Los actores de esta película no son profesionales, pero alcanzan un alto grado de dramatismo gracias a la perfecta dirección de De Sica. De hecho, los tres principales (la familia Ricci) son gente de la calle: Lianella Carrell era periodista, Enzo Staiola (el hijo) fue "encontrado" entre curiosos que presenciaban el rodaje de la película, y Lamberto Maggiorani (el padre) era ¡un obrero de verdad!.

La película aborda temas como la familia, el trabajo como instrumento para devolver la dignidad, los parados, la rivalidad de estos por conseguir un trabajo, y en fin las, víctimas de una sociedad que pasa por unos momentos de gran pobreza.

Por último recalcar la poesía que tiene la película, largos momentos sin palabras, sólo les vemos ellos andando por Roma, buscando eso que tanto necesitan. La música se une, y nos dice qué es lo que sienten. Así, la película alcanza momentos realmente geniales.(4)


Dentro de una Italia convaleciente por la Segunda Guerra Mundial, se encuentra Antonio Ricci, un padre de familia modesto que desde hace mucho tiempo está desempleado. Pronto su suerte cambiará cuando una oferta de trabajo llega a sus manos, sin embargo, el sabor de una vida mejor no le durará mucho tiempo…

En la lucha por resarcir los daños económicos que dejó el conflicto bélico, la población italiana se apiraña ante las ofertas de trabajo. La hostilidad e indiferencia, conductas comprensibles después de una guerra, se anteponen a los valores humanos y la desesperación por no contar con un ingreso hacen que el ambiente de la posguerra sea aún más crudo, pues se percibe una colectiva y silenciosa histeria contenida.

Inmerso en esta sociedad desesperada, Antonio encuentra una posibilidad de progreso que dependería de una bicicleta, pues el puesto de trabajo que le dieron exigía tener este vehículo. Con pesar consigue sacarla de la casa de empeño para poder comenzar a trabajar, pero un rato de mala suerte hace que le roben la bicicleta en su primer día de labor. Todos sus esfuerzos se concentran ahora en recuperar la bicicleta, sin embargo, está solo y ante la indiferencia de la gente que hace cada vez más difícil la búsqueda.

El ladrón de bicicletas es una película que retrata las señas particulares de las sociedades que dejó la posguerra. Tomando de pretexto el caso de Italia, Vittorio de Sica, presenta un razonamiento inductivo para mostrar una realidad que permeó varios lugares del mundo durante la década de los 40.

El compromiso ético y estético de esta película a demás de denunciar la severidad de una sociedad, muestra la relación padre-hijo y cómo el deseo por sacar adelante a la familia no siempre es suficiente para poder realizarlo. Y aunque Antonio le dijo a su hijo que “Todo se resuelve, menos la muerte”, pronto la realidad lo haría dudar de su aseveración.

La tradición textual a la que pertenece El ladrón de bicicletas es a la clásica, siendo un filme de los cuarenta presenta las características cinematográficas del código dominante de aquella época. La gradación en la que nos cuenta la historia es lenta; relata parte por parte, presentando en varios momentos algunas posibilidades de desenlace que al final no ocurren. La película está basada en la novela Ladri di biciclette de Luigi Bartolini, lo que la hace ser una clara alusión sobre este texto.

Este tipo de películas que exaltan el esfuerzo de un padre por sacar adelante a su hijo (o familia) son muy apreciadas por el grueso del público porque apelan al sentimentalismo, sin embargo, El ladrón de bicicletas no sólo es una historia conmovedora de un padre de familia; a diferencia de películas como En busca de la felicidad, el ladrón de bicicletas presenta una crítica a la pérdida de solidaridad y aguda severidad que tienen las sociedades ante los problemas de los otros, en específico en las sociedades en posguerra.

Cuando se estrenó En Busca de la felicidad, algunos críticos atribuyeron al ladrón de bicicletas la historia, no obstante, existen muchas diferencias entre estos dos filmes y no precisamente de época: en la película moderna encontramos que el padre es un personaje poco humanizado; en El ladrón de bicicletas vemos en cambio, a la figura de un padre mas real, es decir, con errores y aciertos, muchas veces desproporcionados. Es cierto que hay una atribución pero, por demás, la película clásica es mejor, tanto en su compromiso estético y ético, que la película protagonizada por Will Smith.

Cabe destacar que, lo que permite la anterior aseveración es que en El ladrón de bicicletas, durante la travesía que hace Antonio con su hijo Bruno para recuperar la bicicleta robada; el director aprovecha y retrata varios aspectos criticables de la sociedad italiana, por ejemplo: la sed de creer en algo, ya sea en una doctrina bien establecida como lo es la iglesia católica o una vidente que tiene fama de saber y tener las respuestas para todo.


Otro elemento que critica es la indiferencia tanto de la sociedad como de la burocracia, del poder en turno, pues cuando Antonio hace la denuncia del robo, los servidores públicos no toman en cuenta la situación de este hombre. En muchas de las escenas se presenta a un pueblo irritable ante la menor provocación e incluso se hace énfasis en el desahogo injusto que desbocan con el niño (hijo de Antonio) al golpearlo constantemente y de la nada. Se ve claramente cómo se desquitan con el más indefenso.

Las señas particulares del neorrealismo italiano, hicieron que El ladrón de bicicletas se convirtiera en una joya cinematográfica, pues cumple con las características de este movimiento: relata la vida cotidiana, utiliza personajes reales y no actores; y hace un agudo análisis y crítica sobre la crueldad y la indiferencia del ser humano por el otro.

Al final de la película de Sicca nos expone una situación difícil que pone en reflexión varios puntos, como la honestidad, la desesperación y la impotencia, ya que Antonio encuentra una posibilidad de obtener otra bicicleta, pero robada. La disyuntiva así como el desenlace que se presenta es la dramática muestra de algunas de las consecuencias de vivir en una sociedad indiferente donde “el otro” queda anulado por el egoísmo y la procuración del bien propio.(5)


 
Filmada en 1945, pocas semanas antes de que terminara la II Guerra Mundial, Ladrón de bicicletas supuso el lanzamiento al estrellato de su apenas conocido director, Vittorio De Sica; y, más importante aún, la definitiva consagración del Neorrealismo italiano en el contexto cinematográfico internacional. Sin embargo, este segundo aspecto ha sido revisado y puesto en tela de juicio en los últimos años.

La película, en efecto, fue canonizada desde su estreno como una obra maestra del Neorrealismo, y así quedó catalogada en todos los manuales de historia del cine. Pero la cinta -que es, indudablemente, una obra magistral- dista mucho de ser un ejemplo de ese "cine nuevo, hecho de argumentos casuales, creados sobre la marcha, filmada en la calle con actores improvisados", como se autodefinía el neorrealismo italiano. Porque, en esta historia de un obrero infeliz a la búsqueda de su bicicleta robada, no hay nada de improvisado.
Para empezar, la película se basa en una novela de Luigi Bartolini, de cierto éxito, cuyo carácter picaresco sería reorientado hacia el drama social durante el largo proceso de escritura del guión. Según testimonia Suso Cecchi D'Amico, uno de los siete guionistas acreditados (hubo otro más que no apareció en los créditos), cada uno de los detalles de la acción fue escrito cuidadosamente de antemano, aunque muchas escenas -como la visita a la vidente de Via Nomentana- fueran tomadas de la realidad. Además, el rodaje fue sumamente elaborado: en determinadas secuencias filmadas en pleno centro de Roma (como la persecución del ladrón en el túnel de Via Ferrara) fue preciso cortar el tráfico para instalar focos y vías del travelling, o para mover a un ingente número de figurantes.

Y es que realmente está hecha con todos los medios necesarios, por mucho que se trate de una modesta producción independiente. Tres amigos de De Sica financiaron toda la operación: Ercolle Graziadei, Sergio Bernardi y el conde Cicogna; pero le exigieron una calidad cinematográfica que en modo alguno casaba con la pura improvisación o experimentación. De hecho, Sergio Leone -que actúa como seminarista austríaco en una secuencia vagamente anticlerical- recuerda los largos y laboriosos ensayos del director con todos sus actores.
Porque, en efecto, la selección de intérpretes fue un punto clave para el éxito de la película. Antes de iniciar el casting, una compañía americana que leyó el guión final había ofrecido gran parte del presupuesto a condición de que De Sica contara con Cary Grant para el papel protagonista. Pero el director, que sabía muy bien el look que la cinta precisaba, rechazó esa oferta y se lanzó a las calles de Roma a la búsqueda de sus intérpretes. La periodista radiofónica Lianella Carell, que se acercó a pedirle una entrevista, fue probada en el papel de María y dio una imagen perfecta. Entre cientos de obreros reales, De Sica se fijó en Lamberto Maggiorani, un parado de la construcción que se había acercado a las cámaras para curiosear durante el rodaje. Y, entre un número aún mayor de niños, el director encontró por fin a Enzo Staiola, un rapaz callejero de siete años, cuya "cara redonda, nariz cómica y ojos vivísimos", llamaron la atención del cineasta en medio de una banda callejera de los alrededores. El neorrealismo de De Sica, como el de Rossellini, no se basa en el realismo en sí, sino en la maestría para crear la ilusión convincente de realidad.
La narración, por otra parte, es perfectamente clásica. Su estructura es cíclica: el protagonista sale de la multitud anónima en la primera secuencia y vuelve a ella en el final. Y el argumento, centrado hábilmente en unos precisos límites temporales (el 90% de la trama transcurre en un domingo estival), conjuga incidentes variados con un cierto sentido del suspense: ¿Logrará Ricci recuperar su bicicleta?

A la postre, más que por su tenue mensaje social, Ladrón de bicicletas perdura hoy como un documento insustituible de la Italia de postguerra; y, sobre todo, por su calculada estilización, por la metáfora escondida en el argumento, y por la magnífica historia entre el padre y el hijo (lo que uno y otro descubren de sí mismos en su afanosa búsqueda). Casi al final, tras la comida de hombre a hombre en la trattoria, Ricci sufre la última humillación al ser pescado como ladrón y abofeteado delante de su hijo. Pero no es ésta la última palabra de la cinta: la mano que el hijo le tiende -inolvidable la mirada de Maggiorani- propicia la imagen más memorable del filme: el niño que le amaba como a un dios, le amará en adelante con sus miserias, simplemente porque se trata de su padre. (6)

CITAS:

1. http://es.wikipedia.org/wiki/Vittorio_De_Sica

2. http://es.wikipedia.org/wiki/Ladri_di_biciclette

3. http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=print&sid=820

4. http://aureasalinas.wordpress.com/2007/10/05/el-ladron-de-bicicletas-una-critica-a-la-indiferencia-social/

5. http://aureasalinas.wordpress.com/2007/10/05/el-ladron-de-bicicletas-una-critica-a-la-indiferencia-social/

6. http://www.filasiete.com/making-off/ladron-de-bicicletas



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