E LA NAVE VA

E LA NAVE VA




Y la nave va (E la nave va, en italiano) es una película satírica italiana de 1983 del director de cine Federico Fellini sobre el mundo de la ópera y las luchas de poder a principios de siglo XX con guion del mismo Fellini y Tonino Guerra, y textos líricos de Andrea Zanzotto.

La película ganó 5 premios Nastri d'Argento (dirección, fotografía, escenografía, vestuario y efectos especiales), 5 David de Donatello (película, guion, fotografía, escenografía y el David Luchino Visconti a Fellini en homenaje a su carrera) y el Premio Sant Jordi al mejor film extranjero. En el Festival de Cine de Venecia recibió una ovación de 15 minutos, y Alberto Moravia expresó cómo Fellini había logrado captar «brillantemente la sociedad del final de la Belle epoque, vacía de humanidad y excesivamente artificial».1

1.- FICHA TÉCNICA

Título Y la nave va

Dirección Federico Fellini

Producción Franco Cristaldi, RAI-Vides Produzione-Gaumont

Guion Federico Fellini, Tonino Guerra, Catherine Breillat, Roberto De Leonardis

Música Gianfranco Plienizio

Fotografía Giuseppe Rotunno

Montaje Ruggiero Mastroianni

Escenografía Dante Ferretti

Vestuario Alfio Bruno Tempera

Reparto Freddie Jones, Barbara Jefford, Victor Poletti, Peter Cellier, Elisa Mainardi

País(es) Italia, Francia

Año 1983

Género Comedia

Duración 128 minutos



2.- ARGUMENTO

Fellini nos embarca junto a un grupo de personalidades de la alta sociedad europea que lleva las cenizas de una célebre diva de ópera, «Edmea Tetua» (una alusión a Maria Callas), a su isla natal para arrojarlas en el Mar Egeo.2 Un periodista, anotador en mano, nos guía por los sucesos a bordo. Éstos nos dan a conocer a los famosos tripulantes, representados con estilizado carácter. Algunos son músicos allegados a la famosa fallecida, hay familiares, miembros de la realeza, pero ante todo las rivales de La Tetua —como la insigne soprano Ildebranda Cuffari que obviamente la admira y detesta al mismo tiempo— y sus colegas tenores (Aureliano Fucciletto una clara alusión a Luciano Pavarotti), críticos, mezzosopranos, barítonos y directores.

La escena de las calderas es la más importante del film. Los cantantes visitan la sala de máquinas de la nave y a pedido de los maquinistas se sucede un improvisado torneo vocal que delata las rivalidades y envidias entre los artistas en un excepcional estudio psicológico muy fellinesco.3

En este sentido, el film es una magnífica sátira de las rivalidades entre prime donne, puesto que «La Tetua» bien podría ser una alegoría a la soprano griega Maria Callas, famosa por sus rivalidades y condiciones vocales e histriónicas. Uno de los personajes es el fanático admirador que sólo vive para contemplar su figura y escuchar su voz.

Pero debajo de la maravillosa vida de a bordo, el barco esconde detalles que un día surgen a cubierta. El viaje da un giro: comienza la Primera Guerra Mundial. Familias de serbios que se habían arrojado al mar fueron rescatados por el capitán. Los primeros rugidos de la guerra los llevaron a eso. Éstos son vistos con curiosidad por los viajeros originales.

El film culmina con el hundimiento de la nave (la sociedad misma) mientras los pasajeros huyen en botes salvavidas al son del coro de "la fuerza del destino", de Verdi, y de Debussy, en una poética danza tragicómica.4

La voz de la Tetua pertenece a la soprano italiana Mara Zampieri, y como la Princesa Lherimia, una ciega vidente, actúa la legendaria coreógrafa Pina Bausch en una rara aparición cinematográfica. La escenografía es de Dante Ferretti, con decorados de Francesca Lo Schiavo y vestuario de Alfio Bruno Tempera.(1)



3.- SINOPSIS

Y La Nave Va: Julio 1914. Un barco de lujo zarpa desde Italia con los restos mortales de la famosa cantante de ópera Tetua. El barco está lleno de sus amigos, famosos cantantes de ópera, y todo tipo de gente exótica. La vida a bordo es dulce los primeros días del viaje, pero el tercer día el capitán debe salvar a unos regfugiados serbios que se encuentran perdidos en el mar, refugiados que han escapado de los primeros refugios de la I Guerra Mundial.(2)




4.- COMENTARIOS

Una típica fábula felliniana que tuvo una acogida algo fría, no siendo siempre comprendida. Plantea una metáfora existencial cuya coherencia tiene algunas brechas. Sin embargo, como sucede siempre en el cine de su autor, resulta excelente en la creación de un microcosmos que se mueve entre el fulgor y el decadentismo.

El año 1983 (año de realización de la película) se disfraza genialmente de 1914 (año en que está situada la historia), sobre todo en la mágica -y dotada de una gracia poética inimitable-, secuencia inicial, y, jugando un poco con las palabras, diremos que resulta expresiva hasta lo inexpresable. Sí, Y la nave va empieza como una película muda (y transcurre y acaba como un comic) y el encanto absoluto de esos primeros hermosos minutos, harían empalidecer de envidia a muchas, muchísimas películas "a todo color".


Podríamos comentar el cartel solitario del principio, o el largo plano inmóvil del barco inmóvil, o la llegada de los tripulantes y del cortejo fúnebre pero, nos quedamos con la que tal vez sea la imagen más bella, entre las bellas escenas de esos minutos: a un costado del barco, gentes sencillas, niños, principalmente, se dedican a devorar con los ojos el ojo de la cámara, del que, hipnotizados rápidamente, dejamos de tener conciencia; nos miran sonrientes a nosotros como si supieran algo que definitivamente nosotros no sabemos: nos resultan tan convincentes que les correspondemos asombrados de sentirlos (como pocas veces en el cine) presencias tan increíblemente vivas; hubiera sido un acto imperdonable de mala educación no devolverles el saludo y la sonrisa. El hecho de que la fotografía no sea a color en eoss minutos, paradójicamente, otorga a la escena una frescura maravillosa e insuperable.




Sería tarea difícil y hasta inútil siquiera intentar enumerar las situaciones insólitas que atraviesan el inacabable zoológico carnavalesco de tan bizarros personajes: la más famosa soprano de su época, diva irreconstituible, de la cual solo en un cofrecito cenizas quedan; motivo del viaje: un último chapuzón frente a las costas de su querida isla natal; luego, un rinoceronte (contemplarlo es toda una delicia), cuya delicada figura, además, con secreciones diarreicas, que perfuman la nave y amenizan incontrovertiblemente el viaje; cantantes de ópera, engreídos insoportables, y, sin embargo, al igual que el público inesperado de los trabajadores de las calderas, uno tampoco puede resistirse a la emoción producida por la arrebatadora belleza de sus poderosas voces en medio de una improvisada competencia; dos hermanos, que además son príncipes... uno de ellos con una cara gorda de bebé gigante, embutido en su uniforme de cuento; la otra, una ciega con cara de bondadosa y también considerablemente astuta; un mentalista pelucón y barbudo que hace gala de sus poderes ¡hipnotizando a una gallina!; un par de venerables músicos ancianos que juegan seriamente, serenamente, como niños, a hacer que broten notas de la cristalería; el romántico admirador de la diva muerta que guarda discos, fotografías y hasta películas de ella; el simpático entrometido periodista-narrador libreta-en-mano de nombre Orlando, que nos acompaña comentándolo todo, entre otros...


"Si parece pintado" es lo que, en cierto momento, un personaje comenta a otro, refiriéndose al cielo que, desde la cubierta del barco, ambos contemplan (ya es de noche). El comentario, que por una fracción de segundo parecía inocente, "bien mirado" no puede ser más irónico. No negaré la diversión, pero la autorreferencia me parece tan feroz que esas palabras casi equivalen a asestarle sus buenos cuchillazos a la pobre tela pintada (que, por otra parte, no tiene la culpa de nada). En otro momento, si se trata de citar ejemplos, uno nota que el mar, cosa rara, no es de agua...




Y ahora con ustedes la escena-clave, un saludable strip-tease o salto mortal, justo antes del final. De pronto dejamos de ver el barco. Todo parece indicar que la historia simplemente se acabó. La cámara continúa en movimiento pero no sabemos hacia dónde se dirige. Asistimos ahora a un cambio de escenario: vemos el estudio, vemos a los técnicos, observamos el decorado, sin olvidar la luna de papel y el mar de celofán o terciopelo... Y solo por unos segundos vemos a Fellini, como si fuera un dios, que se deja filmar (serio y muy concentrado) después de haber creado el mundo... y lo más increíble, en vez de sentir que nos ha tenido engañados durante la mayor parte del tiempo lo único que logra es que lo admiremos más...

La magia al descubierto no ha dejado de ser magia..

¿Y el final de comic?

Entre el mar y el cielo, tenemos a dos conocidos nuestros en un bote luego del hundimiento del barco. Uno es periodista mientras que el otro es rinoceronte. El primero nos cuenta con entusiasmo que el segundo da una leche deliciosa.

Pero nunca explica cómo es que el bote no se hunde con semejante peso (y encoma el rinoceronte no se encuentra en el centro del bote sino a un extremo). A continuación, sigue remando y acaba la película. . . Y la sensación al encenderse las luces..(4).


La película más infravalorada de la larga filmografía de Federico Fellini. La acción tiene lugar en 1914 cuando un barco de lujo parte para llevar las cenizas de la famosa cantante de ópera Tetua y lanzarlas en las costas de la isla en que ella nació. A bordo del barco viajan toda una serie de personajes respetables relacionados de forma más o menos directa con la cantante (compañeros de profesión, amantes, admiradores…) para presenciar el funeral.

Como es costumbre en el cine del director italiano, en Y La Nave Va apenas hay un argumento o conflicto claro, ya que lo que parece interesarle es recrearse en los personajes y las situaciones por los que éstos pasan durante el viaje. A partir de aquí, como sucede con la mayoría de sus obras, uno debe entrar en el juego de dejarse llevar fascinado por el mundo de Fellini y las esperpénticas escenas que éste nos muestra.


Los primeros minutos de película son un maravilloso homenaje al cine mudo. Se nos muestran imágenes del puerto en blanco y negro en completo silencio mientras van llegando los protagonistas. De repente aparece el sonido y el color. Se entregan las cenizas de Tetua al capitán del barco, los pasajeros se embarcan y todos empiezan a cantar una emotiva ópera mientras la embarcación se dispone a abandonar el puerto. Si no les gusta este extravagante inicio, más les vale que dejen ya la película.

En Y La Nave Va nos encontramos con un Fellini ya maduro que domina de sobras su propio estilo, que no se corta ni un pelo en suspender la realidad siempre que hace falta en favor de cualquier idea que se le pase por la cabeza que pueda funcionar en la película. La diferencia está en que esa libertad no la utiliza salvo en momentos muy puntuales que ya resaltaremos y el resto del film es bastante moderado dentro de lo que es su estilo. El reportero Orlando, encargado de narrar la crónica del viaje, nos sirve como hilo conductor entre los diversos personajes e historias, aunque de nuevo Fellini juega libremente y así pues tan pronto los personajes miran a cámara (enfatizando la idea de que estamos viendo lo que están grabando para un noticiario) como ésta se vuelve invisible. Una de las claves del film es este juego con lo cinematográfico y con la idea de narrar, Orlando se supone que es el narrador que se mantiene al margen de todo y que se dedica simplemente a explicar ante la cámara lo que va sucediendo, pero a medida que avanza el film él se va convirtiendo en un personaje más que participa en las acciones y que abandona poco a poco la costumbre de hablar a cámara, quizás porque es consciente de que no hay nada que explicar (como ya hemos dicho, no hay apenas conflicto o argumento) o simplemente porque no puede evitar implicarse en la acción.


A la hora de definir a la tripulación, Fellini se sirve como es costumbre en él de toda una serie de personajes variopintos y caricaturescos entre los que se siente cómodo: dos ancianos maestros de canto que van acompañados de unas monjas; un tenor gordinflón siempre de buen humor al que le gusta llamar la atención; un ruso que hipnotiza a gallinas con su voz; el gran Duque de Austria, cuya apariencia física recuerda a un obeso niño gigante; un actor de comedia que se siente atraído por los marineros del barco; un misterioso jeque acompañado de su harén… A todos estos distinguidos personajes debería añadirse la fallecida Tetua, de la que solo vemos las bellas imágenes que proyecta su amante en un camerino pero cuya presencia sobrevuela todo el film (comenzando por el hecho de que su muerte es la excusa argumental por la que todos están reunidos). Curiosamente, cuando los personajes hablan sobre ella aportan informaciones absolutamente contradictorias que provocan que no podamos llegar a saber como era: uno dice que en los temas legales era muy inocente y que no quería saber nada de este tipo de papeleo, otro dice que se sabía los contratos legales de memoria; unos dicen que era una mujer que en apariencia parecía muy segura pero que en el fondo era terriblemente insegura, otros dicen que era una mujer que parecía terriblemente insegura pero que en el fondo era muy segura. Al parecer pese a que todos los presentes eran personas cercanas a ella, nadie parece conocerla de verdad y ni siquiera Orlando podrá ayudarnos al respecto, ya que de hecho parece más interesado en la tripulación que en la propia Tetua.

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Curiosamente, muchos de los episodios que conciernen a estos personajes acomodados suceden en lugares humildes, donde se mezclan con el mundo obrero (Fellini ya resalta con bastante gracia esa diferencia en la escena de la primera cena, en que contrasta la diferencia entre el ritmo acelerado y caótio de la cocina con el ritmo apacible y armónico del comedor). En la cocina se produce la surrealista escena en que el ruso duerme a una gallina (y, por accidente, al propio Orlando) y otra en que los viejos maestros de canto interpretan un improvisado concierto con vasos de agua. Sin embargo el mejor momento tiene lugar en la caldera, donde los carboneros ruegan a los ilustres visitantes que les canten algo, dando lugar a un duelo de voces operísticas ante la asombrada mirada de los humildes obreros. Este contraste entre mundos se hará más obvio aún con la llegada de los náufragos serbios a bordo, provocando diferentes reacciones entre los pasajeros (desde indignación hasta pena). Parece como si Fellini quisiera remarcar que pese a que esta gente de clase alta viva en un mundo acomodado y lujoso es inevitable que acaben entrando en contacto con personas más humildes.

Otras escenas claramente fellinianas son la esperpéntica sesión de espiritismo (en la que la casual caída de un libro es interpretada como la presencia del espíritu de Tetua) y la entrevista de Orlando al Gran Duque de Austria mediante un traductor y que al final se acaba centrando en la traducción correcta de la breve frase que ha pronunciado el Duque y que uno asegura que quiere decir “borde de la montaña” y otro “boca de la montaña”. De nuevo, al acabar la entrevista tenemos la sensación de que nos hemos quedado igual y que Orlando no ha conseguido ninguna información especialmente importante. Siguiendo la constante del film, a Fellini no le importa el qué sino el cómo, la respuesta del Gran Duque es bastante vacía pero da pie a una situación absurda semicómica de las que tanto le gustaban al director italiano.

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La única escena en que Fellini parece otorgar algo de dignidad y solemnidad a los personajes es cuando arrojan las cenizas al mar. Un momento absolutamente mágico y conmovedor coronado con un disco de ópera de la propia Tetua como banda sonora mientras sus cenizas se las lleva el viento. Incluso el charlatán Orlando mira emocionado a cámara y,por una vez, no encuentra palabras para describir el momento.

En general es un film totalmente felliniano en el que abunda un tono muy nostálgico. En aquella época Fellini estaba siendo testigo de cómo el mundo del cine iba perdiendo cada vez más terreno frente a la televisión, y él mismo describiría Y La Nave Va como una película de despedida al mundo del cine. Sigue presente su personal su sentido del humor y las situaciones absurdas, pero en general se desprende ese sentimiento nostálgico en contraste con otras películas del director.

Sin embargo, al final de la película, vuelve a sorprendernos con una última e inesperada pirueta que acentúa notablemente la relación entre la película y el mundo del cine al que hace homenaje. El barco es disparado por un acorazado austríaco (sin que se sepa exactamente por qué, para variar) y éste se hunde irremediablemente. Los pasajeros están entonando una ópera como al inicio de la película en homenaje a la fallecida, y no parece importarles el hecho de que el barco se esté hundiendo. Y es entonces, en medio de esta confusión, en el momento de mayor clímax de la película, cuando Fellini saca el último as de la manga y nos sorprende mostrándonos una panorámica del propio rodaje de la película en el que podemos comprobar como todo es una ilusión: los balanceos del barco que se hunde los provoca una estructura mecánica, el océano que llevamos admirando toda la película son tiras de tela o papel, todo es una ilusión, un truco que él mismo se encarga de desvelarnos (no en vano, al inicio de la película un personaje exclama admirado mientras contempla una maravillosa puesta de sol: “¡Qué maravilla! ¡Parece un decorado!”).

Sinceramente, aunque después de ésta haría al menos un par más de películas notables (Entrevista y Ginger y Fred), no puedo evitar pensar que estos últimos planos habrían sido el final perfecto para la filmografía de ese coloso del séptimo arte que era Federico Fellini. Aunque no sea su última obra, yo en cierto sentido siempre la consideraré como su emotivo testamento cinematográfico.(5)



Y la nave va es la película de Fellini más enferma de autoconciencia y melancolía, y, de alguna manera, engloba su universo desde una madurez completa y con una intención terminal. Quizá por eso tiene un halo extraño en el conjunto de su obra. Desde su prólogo, se descubre un propósito reflexivo y meta cinematográfico. A la manera de un rápido resumen de la evolución formal del cine, asistimos a la proyección primero muda, luego musicalizada y sonorizada, y por último a color, de la partida de un gran navío.

Como no podía ser de otra manera, se trata del viaje de un grupo decadente. De cuando en cuando, y como en una crónica, los personajes y sucesos son comentados por un perspicaz narrador (alter ego del autor de Roma), que se dirige al espectador frontalmente, mirando hacia la cámara. Con un regordete príncipe prusiano, y un rinoceronte enfermo, músicos y cantantes se encuentran en la nave para esparcir, en el mar griego, las cenizas de una gloriosa diva de la ópera. Fellini contrasta la pomposidad de sus personajes, como siempre, con situaciones cómicas: véase la competencia operística que entablan los maquinistas de las calderas. Sin embargo, la verdadera fiesta empieza cuando el barco es abordado por náufragos serbios y gitanos. El anárquico contingente encerrado en un mismo espacio -tema que Fellini encaró explícitamente en Ensayo de Orquesta- ahora se pone en escena con resonancias históricas. El ejemplo más ilustrativo es el estallido "accidental" del enfrentamiento naval, cuando se hace entrega forzosa de los serbios a otro barco, príncipe prusiano de por medio (¿en alusión a la Primera Guerra Mundial?). Habría que añadir que este tempestuoso combate se presenta como conclusión natural de la aventura, de la vida y la película.


Fellini fue y será siempre el cineasta de Cinecittá, esa gran casa o universo de juguete que él podía armar y desarmar a su gusto. La esencia de su poética descansaba en la singular materialidad de sus escenarios -y su manera de filmarlos-, unos paisajes o entornos que casi siempre escondieron, o lucieron sin más, una artificialidad cómplice, ingenua y extrañamente onírica. Algo que él comprendía muy bien, y que aquí se exhibe más enfáticamente que nunca con cielos, nubes y mares de plástico, con barcos como gigantescas maquetas de colores pálidos, tonos grises o superficies renegridas. Pero eso no es todo. Luego, al mostrar sus cámaras, reflectores y máquinas, Fellini hace evidente, de una manera especialmente impúdica, la condición ilusoria de lo que se agita ante nosotros. Esto sucede en la última y apocalíptica tormenta que vive el navío, en el clímax del filme. Allí, donde la verosimilitud tensa sus cuerdas, y, a la vez, todo parece perder el control, el cineasta echa una mirada a lo que está haciendo, como si se tratara del fin de su propio arte. Es una de esas últimas miradas, cargadas de distancia reflexiva y de un lánguido sentimiento, entre desencantado y melancólico. Es otra manera de ser lírico. Quizá la más soberbia de serlo.(6)




CITAS:

1.- http://es.wikipedia.org/wiki/Y_la_nave_va

2.- http://cine.coveralia.com/discos/y_la_nave_va_ensayo_de_orquesta.php

3.- http://www.fotogramas.es/Peliculas/Y-la-nave-va/Critica

4.- http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2007/10/y-la-nave-va-de-federico-fellini.html

5.- http://elgabinetedeldoctormabuse.wordpress.com/2009/07/25/y-la-nave-va-e-la-nave-va-1983-de-federico-fellini/

6.- http://diasdeunacamara.blogspot.com/2010/12/y-la-nave-va-1983-de-federico-fellini.html

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